El misterio del Bar. Primera parte


El día comenzó extraño. Me dolía la cabeza y el lugar donde abrí los ojos estaba oscuro. No entendía el dolor que recorría mi cuerpo. Mi primera sorpresa fue descubrir que no había dormido en casa. Me di cuenta que mi cuerpo estaba sentado y que había dormido con la cabeza apoyada a una mesa. Fue muy inquietante, se trataba de un lugar con varias mesas iguales, en algunos casos dos sillas por mesa y en otros cuatro. Atrás mío una mesa de pool y más allá un mostrador. Por las bebidas que estaban en la repiza detrás del mostrador deduje que me encontraba en un bar.
¡Qué dolor de cabeza! ¿Cómo llegué a dormir en este lugar? No tenía tiempo para responder en estos momentos. Me levanté observé que las persianas y la puerta estaban cerrados. ¿Cómo hago para ir a trabajar? Ésta era la pregunta que debía contestar sí o sí. Caminé hacia el mostrador y descubrí que sobre la dereha había una puerta. Sin dudar me dirigí hacia ella y a los golpes grité: ¡Por favor! ¿alguién me puede abrir? Repetí esta operación cinco veces. Antes de comenzar la sexta escuché el ruido de la llave que giraba la cerradura.
Una mujer gorda con camisón y ruleros me gritó: ¡Siempre lo mismo! cuando no es uno es otro. ¿Para qué toman –digo yo? Si después no se saben mantener en pie. Señora-intenté explicar que no es mi costumbre ir a los bares y emborracharme pero no me dio lugar a abrir la boca. Me aguanté todas las quejas de la señora que supuse era dueña.  Me guió por un pasillo, me abrió otras dos puertas y luego de un segundo pasillo me encontré en la vereda. El bar se enconraba ubicado en Primeros Pobladores y Gonzalez Larrosa. Estoy cerca de mi trabajo me dije y hacia allá me fui.
Aquel día mi llegada a la comisaría fue vergonzosa. La oficial López que siempre me dirigía una mirada acompañada de una leve sonrisa, ésta vez me esquivó. A mi encuentro salió Urrutia mi ayudante. Me dí cuenta que algo no estaba bien con mi físico porque me preguntó: ¿Qué desea señor? ¿Quiere realizar una denuncia? Mi mente se sintió confundida y traté de expresar ese sentimiento con mi rostro. Sin embargó Urrutia no lo entendió e insistió ¿Se siente bien señor?
Urrutia soy Camacho – le dije con tono de por qué no me reconoce. ¡¿Detective?! – ¿Qué le sucedio?  -  dijo energicamente mi ayudante.


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